En esta segunda parte de la
entrada, quiero mostrar cómo ven Los
otros mundos algunos alumnos y cómo lo ven los
profesores. Para ello, veremos
los comentarios de texto que se hicieron sobre un mismo microrrelato del libro:
La jaula, un microrrelato de los que deja huecos sin rellenar contando con el lector para completarlos.
Antes de mostrarlos quiero decir que
algunos de los alumnos que trabajan este año con mi libro, se pusieron
en contacto conmigo, a través del blog Explorando Lilliput o a través de un
blog en el que había una reseña sobre el libro, para pedirme ayuda con los
microrrelatos que les resultaban más complicados de interpretar, hablando en
plata: que no los entendían vamos o no estaban seguros de su lectura. Esto, que normalmente en los blogs se ve de
una forma dramática : si hay que explicar un microrrelato es que no funciona,
si no se entiende es que falla (puede ser en algunos casos si el que nos lee ya
nos conoce, ha leído más microrrelatos nuestros y sobre todo es un lector avezado
de microrrelatos, pero no en lectores que se enfrentan por primera vez a tus
textos y que están en la tarea de conocer el género) me ha parecido lo mejor
que me podía pasar (al principio me preocupó, pero después de los intercambios
de mails con los chavales me quedé
tranquila) por dos razones:
1ª Al leernos unos a otros, dentro del
ecosistema de la red y del grupo de conocidos y
amantes del microrrelato, tendemos a cogerle el tranquillo a cada uno. A
descifrar los códigos de cada escritor, a
captar lo que se quiere decir e
incluso a intuirlo y nos encerramos en
una especie de círculo lector que nunca
pone trabas o pegas a lo leído.
Luego es necesario tener nuevos lectores, mentes limpias, ojos que nos lean con
otra mirada.
2ª Conocer las lecturas de los chavales, su
manera de entender los textos, me abre a mí otras lecturas a mis propios
microrrelatos y ayudarles a comprender
los más herméticos, elípticos o simplemente con referencias culturales que a lo
mejor no conocen me ayuda a mí a su vez
a “ver” de otra manera mis propias creaciones.
Todo esto me ha llevado a una
reflexión sobre la importancia de la lectura
y la comprensión lectora en la
escuela y los institutos y de lo apropiado del
género para este fin. También creo que es necesario abrir los textos a
nuevos lectores, abrir el círculo que corre el peligro de dejar a los autores
encerrados. Y sobre todo me reafirma en
la opinión de que un buen microrrelato gana con las relecturas, se saborea dos veces.
Ahora os dejo los comentarios de
texto de los chavales y de los profesores al microrrelato La jaula. Me ha parecido muy interesante que
casi todos los estudiantes hayan
interpretado el polvillo gris como las
cenizas del marido de la mujer, ellos han creado otra historia que no estaba en
mi mente y que me parece igual de válida que la original.
COMENTARIOS DE LOS ALUMNOS
La jaula
Un segundo,
dos segundos, tres segundos… susurra la mujer sentada en la mecedora mientras
oscila adelante y atrás. Desde que se quedó sola, ha decidido dedicar esos
momentos vacíos de los domingos a tender trampas; acumula segundos y los
transforma en minutos, y los minutos en horas, luego los guarda en cajas que
coloca aquí y allá, como los cubos que recogen el agua de las goteras en otoño.
Sabe que aún no ha encontrado exactamente lo que busca, pero no deja de intentarlo.
Se
concentra una vez más, extiende los
brazos, inspira y espira al ritmo monocorde de su cuenta y
entonces nota un roce en las
manos, cierra los puños aprisa y siente el
cosquilleo. Una alegría antigua la hace reír sin motivo justo antes de que
un polvillo gris se escurra como mercurio entre sus dedos.
Comentario de
“La jaula”
En mi opinión, el microrrelato
cuanta la historia de una anciana que se ha quedado sola, es decir, ha pasado
por la muerte de un ser querido, probablemente su esposo. Debido a aquello,
“acumula e tiempo” (lo deja pasar) y busca algo, algo que yo entiendo como la
presencia de su marido difunto. La soledad es un peso para ella, por eso se
pasa las horas en la mecedora esperándole, con los brazos extendidos.
Finalmente, aquella presencia se
revela ante ella, el espíritu de su esposo roza sus manos con las de ella y
empieza a reír de alegría al sentirle y recordar todos aquellos momentos que
vivieron juntos. El polvillo gris que se escurre entre sus dedos son los restos
de su marido difunto, su esencia, que finalmente se aleja de ella para siempre.
Mariya Ivanova Dimankova, 3ºB, IES San Nicasio
LA JAULA
Este microrrelato habla de una
mujer que se siente prisionera o que tal vez siente que su vida es como una
jaula de la que no puede salir ni escapar, desde que se quedó sola.
Dedica su tiempo a oscilar su
mecedora, dejando que pase el tiempo, los días, mientras que busca un recuerdo
que la conceda algo de felicidad. Se concentra una vez más, y justo antes de
que la ceniza de su marido se le escape de las manos…recuerda un momento o algo
especial que la hace reír después de mucho tiempo.
Laura Peralbo
Forcada
LA JAULA
A veces las personas se sienten
como en una jaula, la jaula de los recuerdos, donde el tiempo se para y ya nada
importa, sólo las horas vacías, donde se van acumulando los recuerdos y se
reviven como si el tiempo no hubiese pasado. Esta mujer es viuda e intenta
encontrar algo que vuelva a hacerla feliz. Y lo único que la consuela es
acariciar con sus manos las cenizas de su marido, para poder revivir el pasado.
LOS OTROS MUNDOS
“LA JAULA ”
La mujer ha perdido a un ser querido y, desde entonces, el tiempo se
le hace eterno y su vida se ha vuelto tan monótona como el movimiento de una
mecedora o el tic-tac de un reloj. Busca algo con lo que pueda sentir alegría
por un momento y, cuando lo encuentra, una sonrisa sin motivo y con cierta
desesperación aparece en su rostro. Escurre entre sus manos el alma del
fallecido, y el cosquilleo que siente le reconforta y le hace sentirse fuera de
esa jaula llena de monotonía de la que no puede escapar porque está cerrada con
el candado de la soledad.
COMENTARIOS DE LOS
PROFESORES
La jaula
(Modelo de
comentario para microrrelatos)
Autora: Rosana Alonso
Título: La jaula
Género: Microrrelato
Clave: Simbólica
Tema: La imposibilidad de atrapar el
tiempo
Argumento: Una mujer que se ha quedado sola en la vida intenta
atrapar el tiempo segundo a segundo. Durante un instante parece que lo logra,
pero finalmente se la escapa de entre los dedos.
Lectura personal: Una anciana que se ha quedado viuda intenta
recuperar las vivencias felices del pasado atrapándolas en el presente mediante
el ejercicio del recuerdo. Durante un instante parece que lo logra, pero
finalmente el tiempo se revela inasible.
Trama: Lineal
Narrador: Omnisciente, en 3ª persona, subjetivo.
Personajes: Solo el protagonista, la mujer.
Marco narrativo: En su casa, los domingos.
Estructura externa: Título y cuerpo de dos párrafos (10 + 6 líneas)
Comentario:
- Título: La jaula
El título predispone la
sensibilidad del lector hacia un episodio de carácter dramático, por las
fuertes connotaciones negativas de la palabra, que inmediatamente asociamos a
la privación de libertad. Anticipa que va a hablar de una jaula, pero no sucede
así en el cuerpo del microrrelato, donde no vuelve a aparecer la palabra y sólo
encontramos el sinónimo parcial “trampa”. Es frecuente en el microrrelato que
el título no sea plenamente identificativo del tema, sino alusivo o meramente
simbólico y que obligue a releer y a reinterpretar el sentido literal del
texto. En este caso, comprobamos al leer el micro que no hay tal jaula real y
que por tanto el título alude a una jaula simbólica, que puede ser el tiempo,
en el que está enjaulada la anciana; o tal vez la jaula en que pretende la
anciana atrapar al tiempo, o sea, esas cajas en que guarda los segundos, o esa
mano que por un instante parece atraparle, pero por cuyas rejas, los dedos, al
final se acaba escurriendo. En mi lectura personal, interpreto el título como
una metáfora de tipo C (el término imaginario sustituye por completo al término
real, o sea, del que realmente se está hablando: aquí, el tiempo), por lo que
entiendo el título como “La jaula (del tiempo)”; o sea, que el tiempo es una
jaula en la que está atrapada la mujer, dándose así la paradoja de que la mujer
quiere atrapar el tiempo y encerrarle en cajas cuando en realidad es ella la
que está atrapada en la jaula del tiempo.
- Párrafo 1
(Planteamiento y nudo)
Siendo el tiempo el tema central
del micro, encontraremos varias alusiones a él en este primer párrafo mediante
palabras de su campo semántico: segundos
(línea 1), momentos (línea 4), minutos y horas (línea 6). También es significativo a este
respecto el adverbio de tiempo aún de
la línea 8.
Un segundo, dos segundos, tres
segundos… susurra la mujer sentada en la mecedora mientras oscila adelante y
atrás. Desde que se quedó sola, ha decidido dedicar esos momentos vacíos de los
domingos a tender trampas; acumula segundos y los transforma en minutos, y los
minutos en horas, luego los guarda en cajas que coloca aquí y allá, como los
cubos que recogen el agua de las goteras en otoño. Sabe que aún no ha
encontrado exactamente lo que busca, pero no deja de intentarlo.
En este primer párrafo se nos presenta al personaje protagonista de la
narración: una mujer que se ha quedado sola. Antes no lo estaba y, por tanto,
no se trata de una mujer solitaria, sino de alguien que se ha visto abocado a
la soledad. Ese Desde que se ha quedado
sola (línea 3) implica una pérdida (y tal vez por esa quiera atrapar el
tiempo: para recuperar lo que perdió), lo que queda claro al leer la línea
siguiente con el adjetivo vacíos en
la expresión momentos vacíos de los domingos (línea 4). La autora recurre a la
técnica de la “supresión de la anécdota” y no especifica ni quién es la mujer
ni cómo o por qué se ha quedado sola. Eso da pie a que el lector pueda
completar o reconstruir la historia a su gusto. En mi lectura personal, la
mujer es una anciana que se ha quedado viuda. Me remite a ello el término mecedora (línea 2), al que
subjetivamente asocio con anciana, ayudado por el término del segundo párrafo antigua (línea 14: alegría antigua), y por el tema del micro, la pretensión de atrapar
el tiempo, que es más propia de quien se ve ya cerca de la muerte. También
vinculo el término otoño (línea 8) con la ancianidad. Y al sentir ahora el
vacío (momentos vacíos de los domingos),
interpreto que la falta su marido, que era quien llenaba antes esos momentos.
Por supuesto, esta reconstrucción de la anécdota es personal (aunque, como se
ve, inducida por el contexto) y otro lector podría hacerla de modo diferente.
La primera oración, Un segundo, dos
segundos, tres segundos… susurra la mujer sentada en la mecedora mientras
oscila adelante y atrás., nos presenta una estampa muy visual y sugerente de la anciana meciéndose al ritmo
de su cuenta, como si ella misma fuera el péndulo de un reloj. La imagen de la
mecedora está perfectamente escogida, pues inmediatamente asociamos su vaivén
al del péndulo del reloj, al tiempo que la cuenta de la anciana segundo a
segundo equivale al soniquete del tic-tac. La mecedora no es, pues, una simple
mecedora (significado literal), sino también un símbolo del paso del tiempo
(significado literario).
La segunda oración, Desde que se quedó sola, ha decidido dedicar
esos momentos vacíos de los domingos a tender trampas; acumula segundos y los
transforma en minutos, y los minutos en horas, luego los guarda en cajas que
coloca aquí y allá, como los cubos que recogen el agua de las goteras en otoño.,
constituye el planteamiento de la trama. En él se nos presenta la pretensión de
la anciana: atrapar el tiempo. Para que ello adquiera sentido y tal pretensión
pueda ser posible, el tiempo aparece cosificado (materialización del tiempo),
como si fuera un objeto, o mejor, un bicho, un insecto, pues le pone trampas.
La identificación del tiempo como un insecto se concreta en el párrafo
siguiente con la expresión nota un roce
en las manos, cierra los puños aprisa y siente el cosquilleo., o sea, lo mismo que diríamos
para referirnos a la sensación de atrapar una mosca u otro insecto volador
similar. La simbolización del tiempo en un insecto volador es apropiada, pues,
de acuerdo tanto con la expresión popular como con el tópico literario, el
tiempo “vuela” (“tempus fugit”), sincretizando en uno los dos sentidos del
verbo volar (moverse mediante alas + transcurrir muy deprisa).
A pesar de la disparatada pretensión de la anciana, no la percibimos como
una loca, sino que la contemplamos con la piedad que se merece el que sufre.
Ella está sola y se siente vacía porque ha perdido a alguien y quiere
recuperarle y para ello necesita atrapar el tiempo, así que aceptamos la
propuesta de que el tiempo sea un insecto al que se le puede poner trampas. No
nos dice la autora qué clase de trampas son las que atrapan al tiempo, pero lo
cierto es que la anciana consigue acumular segundos, minutos y horas, y
guardarlos en cajas. Pero la comparación
como los cubos que recogen el agua de las goteras en otoño está teñida de
una tierna amargura que avanza lo que nos revelará la siguiente oración: que el
éxito no es total.
Tercera oración: Sabe que aún no ha
encontrado exactamente lo que busca, pero no deja de intentarlo. He aquí el
nudo de la trama. El desenlace, como corresponde, en el último párrafo.
Siguiendo con su técnica de la “supresión de la anécdota”, la autora no nos
dice qué es exactamente lo que busca, así que al lector no le queda más remedio
que intuirlo o deducirlo del contexto. En mi lectura personal, lo que busca es
recuperar las vivencias felices del pasado a través de los recuerdos; o sea,
transmutar los recuerdos en vivencias presentes y volver a experimentar la
felicidad de aquellos días.
- Párrafo 2
(Desenlace)
Se concentra una vez más, extiende los brazos, inspira y
espira al ritmo monocorde de su cuenta
y entonces nota un roce en las manos, cierra los puños aprisa
y siente el cosquilleo. Una alegría
antigua la hace reír sin motivo justo antes de que un polvillo gris se escurra
como mercurio entre sus dedos.
Por un momento parece que al fin la anciana consigue su propósito
atrapando al tiempo en forma de insecto, pero en el último instante el tiempo
se la escapa por entre los dedos en forma de ceniza, ese polvillo gris (líneas 15-16). Destacamos de este párrafo la imagen
tan visual de la anciana concentrada (yo me la imagino con los ojos cerrados,
la cara levantada y un gesto trascendente), con los brazos extendidos y
controlando la respiración. Sentimos la emoción de la captura en la secuencia y entonces nota un roce en las manos, cierra los puños aprisa
y siente el cosquilleo. Pero lo
mejor de todo es el remate, con ese contraste violento entre la alegría
repentina manifestada en forma de risa y la decepción final. Tanto la imagen
del tiempo atrapado en el puño como la de la ceniza cayendo por entre los dedos
son excelentes y constituyen un final soberbio. La ceniza es símbolo de la
muerte, tanto por ser el resultado material de lo que consume el fuego como por
su utilización en el rito religioso de la imposición de la ceniza, que se
celebra precisamente para recordarnos que somos mortales: “Recuerda que polvo
eres y al polvo volverás”, dice el sacerdote a los feligreses al tiempo que les
traza una cruz de ceniza en la frente. Y al mismo tiempo que evidencia el
fracaso, la imagen de ese polvillo gris
cayendo remite a la arena que se está agotando en un reloj de arena que es el
de la vida. Al final, el tiempo vence y el desenlace del relato es amargo.
- Valoración
crítica
Este microrrelato merece alta
estima literaria por la originalidad argumental con que aborda un tema tan
recurrente como el paso del tiempo, por las expresivas y sugerentes imágenes que pone en juego, y
por la emotividad general de trágica ternura en que discurre la trama.
El antes y
el después
Conviene
apuntar que si cualquier literatura procede de una pulsión interior, la lectura
también se hace desde la perspectiva intimista y (así como la de la poesía) la
del microrrelato es, por sus propias características, un camino que se recorre
desde que el creador imagina hasta la reflexión del leyente. La obra del
artista-relator tiene una génesis que luego transforma en trama de palabras,
más tarde sale al aire y ahí deja de ser no solo de quien la realizó, sino
también del lector que se concierte en intérprete. Por eso es muy importante
que este, con las propias herramientas de su comprensión, añada su carácter
ejecutor y termine lo que se inició en la mente narrador.
Así pues, en este relato de Rosana Alonso,
encaja perfectamente, apoyándonos en esa sugerencia del memento mori y el porverem
reverteris, que sea el lector, quizá, quien proceda, al observar impotente
la caída del último de la clepsidra, ponerle al relato el verdadero punto
final.
2 comentarios:
¿Voy a ser el primero?
Estupenda presentación, Rosana, principalmente por hacer que los propios chicos salgan con sus palabras en la red, y en segundo lugar por hacer que el de Adrián y mío se vean publicitados. Al respecto, diré que la estructura del comentario es de Adrián San Juan y que creo que sienta un precedente para sucesivos comentarios técnicos; él es el artífice, así como de la redacción de cada uno de sus puntos (que yo comparto totalmente tras largas conversaciones de café). El único punto que yo le añadí es el último, el del El antes y el después. Al césar lo que es del césar. Ya sabes que en el 2013 la autora tendrá que salir de su jaula y hacernos una visita en Leganés.
Eduardo
Iré con mucho gusto, va a ser una de las mejores experiencias de todas las que he vivido gracias al libro (obviamente otra buena experiencia ha sido conoceros a vosotros).
Y seguiré colgando nuevos comentarios de los jóvenes lectores.
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